La lectura de Ana Frank
LA LECTURA DE ANA FRANK
Ella no lo sabía pero lo descubrió: «Desde dentro se vive mejor».
'Eso no la libró de las SS, de su escondite secreto, del hambre y el frío, de la más injusta soledad y antisemitismo, de “un crimen contra la humanidad”.
Ana Frank no pudo seguir escribiendo desde Auschwitz, ni Bergen-Belsen, en la Baja Sajonia, Alemania, donde hallaría la muerte en el invierno de 1945. Pero ella sigue inspirando gracias al inconsciente y dando existencia a nuevas ideas que desarrolló en su corazón y en las habitaciones de la casa de atrás.
De allí salió a la luz su más grande legado, «su Diario». Ana debió pensar que cada día es un regalo maravilloso, una nueva oportunidad para que el mundo que creemos conocer sea un poco más habitable y justo. Esto no es nuevo ni viejo, es actual, y lo sabía cuando concibió su obra en la parte trasera de la fábrica paterna, y supo que desde que el hombre es hombre puede ser más injusto y cruel que la vida en sí misma. Y eso fue lo que reflejó en sus tres cuadernos, de ahí el enorme valor y dignidad humana de su legado.
Aunque no quiso que nadie ojease sus escritos, “sus experiencias interiores”, el mundo la descubrió y sigue leyéndola en todas las lenguas. La lectura de sus confidencias y meditaciones son un lenguaje oral y escrito que se reflejan de forma permanente, coloquial y lúcida; (no creo que haya un lugar más puro que su libro). Libro adentro, uno siente la fuerza de su escritura y la luz de su sempiterna palabra, porque Ana no se desconectó de la realidad pensando en sus escritos y en sus conversaciones con Kitty, su amiga imaginaria. Al contrario, le confiesa con rotunda verdad la cruda realidad que se vive en el interior de la casa y desde la ventana del desván del ático, su lugar favorito.
Creo que todo aquel que abra su libro y lea la primera página, sentirá que sigue viva, que vino a hablarnos y a infundir aliento (valor y esperanza). Quizás pensó que no había un escondite mejor y más seguro donde estar atrapada que su diario. Quizás pensó que su mundo interior escrito andaba más lúcido que el que se vivía fuera.
No sólo supo leer y escribir con quince años, supo leer a las personas y ver lo que tenía ante sus ojos. Escribió como habló, de adentro hacia afuera. Basta con profundizar en las palabras que escribió en primera persona para comprobar que sembró conciencia para un mañana mejor. “No quiero vivir en vano como la mayoría de la gente. Quiero ser útil o llevar alegría a la gente, incluso a las que nunca conocí. Quiero seguir viviendo incluso tras mi muerte”.
Lo logró con creces, inspirando con su amor y entrega, con la verdad de su vida convertida en historia. Nadie sale indemne de sus páginas, que viven más allá de su muerte y último capítulo, el cual se escribió sin libertad y en la Europa ocupada por la Alemania nazi. Ojalá el eco de su voz universal siga salvando a muchos hombres, mujeres y niños.
A mí me salva su enseñanza, la lectura de su obra y vida real, su valía.
Necesitamos leerla de principio a fin. Siempre hay algo nuevo por descubrir en la lectura del Diario de Ana Frank.
'Eso no la libró de las SS, de su escondite secreto, del hambre y el frío, de la más injusta soledad y antisemitismo, de “un crimen contra la humanidad”.
Ana Frank no pudo seguir escribiendo desde Auschwitz, ni Bergen-Belsen, en la Baja Sajonia, Alemania, donde hallaría la muerte en el invierno de 1945. Pero ella sigue inspirando gracias al inconsciente y dando existencia a nuevas ideas que desarrolló en su corazón y en las habitaciones de la casa de atrás.
De allí salió a la luz su más grande legado, «su Diario». Ana debió pensar que cada día es un regalo maravilloso, una nueva oportunidad para que el mundo que creemos conocer sea un poco más habitable y justo. Esto no es nuevo ni viejo, es actual, y lo sabía cuando concibió su obra en la parte trasera de la fábrica paterna, y supo que desde que el hombre es hombre puede ser más injusto y cruel que la vida en sí misma. Y eso fue lo que reflejó en sus tres cuadernos, de ahí el enorme valor y dignidad humana de su legado.
Aunque no quiso que nadie ojease sus escritos, “sus experiencias interiores”, el mundo la descubrió y sigue leyéndola en todas las lenguas. La lectura de sus confidencias y meditaciones son un lenguaje oral y escrito que se reflejan de forma permanente, coloquial y lúcida; (no creo que haya un lugar más puro que su libro). Libro adentro, uno siente la fuerza de su escritura y la luz de su sempiterna palabra, porque Ana no se desconectó de la realidad pensando en sus escritos y en sus conversaciones con Kitty, su amiga imaginaria. Al contrario, le confiesa con rotunda verdad la cruda realidad que se vive en el interior de la casa y desde la ventana del desván del ático, su lugar favorito.
Creo que todo aquel que abra su libro y lea la primera página, sentirá que sigue viva, que vino a hablarnos y a infundir aliento (valor y esperanza). Quizás pensó que no había un escondite mejor y más seguro donde estar atrapada que su diario. Quizás pensó que su mundo interior escrito andaba más lúcido que el que se vivía fuera.
No sólo supo leer y escribir con quince años, supo leer a las personas y ver lo que tenía ante sus ojos. Escribió como habló, de adentro hacia afuera. Basta con profundizar en las palabras que escribió en primera persona para comprobar que sembró conciencia para un mañana mejor. “No quiero vivir en vano como la mayoría de la gente. Quiero ser útil o llevar alegría a la gente, incluso a las que nunca conocí. Quiero seguir viviendo incluso tras mi muerte”.
Lo logró con creces, inspirando con su amor y entrega, con la verdad de su vida convertida en historia. Nadie sale indemne de sus páginas, que viven más allá de su muerte y último capítulo, el cual se escribió sin libertad y en la Europa ocupada por la Alemania nazi. Ojalá el eco de su voz universal siga salvando a muchos hombres, mujeres y niños.
A mí me salva su enseñanza, la lectura de su obra y vida real, su valía.
Necesitamos leerla de principio a fin. Siempre hay algo nuevo por descubrir en la lectura del Diario de Ana Frank.
Fernando Ojeda López-Tapia
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