Reseña del libro "El hijo del padre"

 El hijo del padre

 

Tengo la inmensa suerte de leer El hijo del padre, tengo la mejor fuente de inspiración.

Cuando empecé a leer. "Pero esa no es toda la historia. Ni siquiera es una parte fundamental", intuí que Diego Martín iba más allá de su vida y la razón que le llevó a matar a Martin Pearce. Iba más allá de su historia. En realidad, ni siquiera sabía en quien se estaba convirtiendo ese personaje, pero sabía lo que veían sus ojos porque su vida se torció demasiado pronto. Vivió bajo un eclipse, bajo un árbol herido, bajo una mirada afligida, bajo la violencia de las manos, psicológica. Pero uno no aprende de engaños y golpes, uno aprende de la tristeza y la introspección, sembrando conciencia y andando por estos mundos de Dios.

Pues eso es lo que hace Diego Martín a lo largo y ancho de la vida, mirarse en su propia sombra y en la de su familia, volver a su árbol. Uno siempre vuelve al punto de partida.

Yo creo que el hijo del padre, se escribió mucho antes de los años terribles, porque la vida va esculpiendo la altura de las personas, "la parte superior del tronco humano". Nunca más lejos de la realidad en Víctor del Árbol, marcado por la punta de la pluma, por su apellido, por su familia, por su amor a las letras, por su firme compromiso. Se va escribiendo por diversas razones que encontrarás en esta obra contundente, sublime, punzante. 

Víctor piensa luego escribe, narra sin filtro, sin ambigüedad, como nos recuerda siempre, "desde el dolor". Con ritmo trepidante, con trasfondo, con una gran destreza.

Para mí es un verdadero lujo leerle, porque es un líder del pensamiento escrito, porque no es lo que cuenta, sino como lo transmite y construye. Y de comunicar y edificar historias sabe un rato, Víctor del Árbol. Sus personajes crean una atmósfera de tensión y terror, de intimidad, de luces y sombras, de vacíos emocionales. ¿Quién no tiene demonios internos? ¿Quién no tiene intimidades? ¿Quién puede olvidar los principios de una persona? ¿Quién no es fruto de la luz? El problema es que muchos viven entre tinieblas, sin sensibilidad, sin principios, sin conciencia. Y aquí aparecen sus personajes de ficción realidad, de carne y hueso, esculpidos por él mismo. 

La imaginación es tan poderosa como la realidad, por eso entiende la entroncada mente de sus personajes; quizá porque son mártires, quizá porque son seres incomprendidos y olvidados (estrato que subyace a otro), quizá porque vivieron mirándose desde el dolor, desde los sueños incumplidos, desde la caverna, desde la inocencia, y la indefensión del niño que nunca dejó de serlo.

Como escribió Dante en la Divina Comedia: "cuando más perfecto es algo, más dolor y placer siente". Eso es lo que crea y transmite Víctor del Árbol, dolor, placer, perfección, un viaje de ida y vuelta, ya que me consta que volverá a Málaga con otro libro bajo el brazo y seguro que me lo dedicará con esa mirada cómplice de escritor a escritor. Mi más sincera enhorabuena, Caballero de las Letras. 

Fernando Ojeda López-Tapia

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